¿Te suena lo que le pasa a Núria? Ella podrías ser tú.
“Me siento agotada… cuando me levanto por la mañana, necesito meterme inmediatamente debajo de la ducha y tomarme un café para despertarme y ponerme en marcha con los desayunos y todo lo demás. Los fines de semana podría dormir hasta mediodía, y por la tarde aprovechar media horita para dormir una siesta. Cuando mis hijos eran pequeños tenían el sueño muy ligero. Se despertaban como mínimo dos veces cada noche, y esto afectaba a mi descanso y el de mi marido. Muchas veces acabábamos durmiendo todos juntos en la cama de matrimonio, y otras nos despertábamos por la mañana como si hubiésemos pasado la noche jugando al juego de las sillas: cada uno en una cama distinta de la suya. Esto repercutía en la jornada, y había días en que los ojos se me cerraban delante del ordenador. Por suerte, eso ha mejorado.
Ahora raras veces se despiertan por la noche, pero a la pequeña le cuesta dormirse y tengo que estar junto a ella hasta que concilia el sueño, porque le da miedo la oscuridad. Hay días que se duerme pronto, pero otros tarda más de media hora, durante la cual a mí se me empiezan también a cerrar los ojos.
Cuando por fin consigo que la casa esté en calma y los niños duerman, aprovecho para sentarme un ratito delante del ordenador para contestar e-mails y terminar tareas que no he podido hacer en la oficina. Algunas noches trabajo hasta las dos de la madrugada. Otros días, mi marido y yo aprovechamos para ver una serie en la televisión, que suele terminar demasiado tarde… También puedo aprovechar para leer en la cama, algo que me encanta. Soy muy aficionada a las novelas de misterio, y a veces me quedo enganchada hasta altas horas de la madrugada.
Me gusta disfrutar del tiempo que tengo para mí, y por eso aprovecho las horas de la noche al máximo. Para mí, irme a dormir temprano significa meterme en la cama a las doce. El despertador suena a las siete, con lo que en el mejor de los casos, entre semana, duermo siete horas. Pero si alguna vez me voy a dormir nerviosa y me cuesta conciliar el sueño, no supero las cinco o seis horas.
En conclusión, mi sueño es profundo, me encanta dormir, no tengo necesidad de tomar nada, pero aun así creo que podría mejorar la calidad de mi descanso. ¿Existen hábitos saludables a la hora de dormir? “
¿Qué es lo que pasa?
El sueño restaura las energías física y mental, pero sólo si dormimos lo suficiente y el sueño es de calidad. En caso contrario, arrastramos durante el día sensación de somnolencia, cansancio e irritabilidad, y tenemos menos capacidad de concentración, eficiencia y motivación vital
Nuestros ritmos biológicos innatos están sobrecargados por las exigencias que nos impone la vida moderna. Quiero decir que forzamos el cuerpo acostumbrándolo a la luz artificial y a irnos a dormir a altas horas de la noche, pero el cuerpo está preparado para seguir los ritmos de la naturaleza, el sueño es más reparador cuando seguimos los ritmos biológicos. Esto significa levantarse con el sol y acostarse temprano
No debemos dejarnos arrastrar por esta tendencia a robarle horas al sueño, y tenemos que ser más comprensivas con nuestras necesidades. Tenemos que dormir lo suficiente para que nuestro organismo se regenere y para afrontar el nuevo día con energía, claridad mental y motivación. Dormir, en definitiva, es una función indispensable, tanto como respirar y comer
¿Cómo puedes mejorarlo?
Hay varias cosas importantes a tener en cuenta. En este artículo, revisaremos una de ellas, el resto… ¡lo dejamos para el próximo! No queremos que te agobies ni te estreses, los cambios, poco a poco, para que puedas integrarlos de forma eficiente y permanente.
A continuación, revisa los horarios de las cenas. El objetivo es cenar pronto (al menos dos horas antes de acostarte) y lo más ligero posible. Lo primero no siempre se puede conseguir, pero lo segundo (cenar poca cantidad y que sean platos de fácil digestión) te resultará bastante fácil si durante el día has comido de forma energéticamente equilibrada, es decir, respetando las proporciones necesarias de los diferentes tipos de alimentos.
Sería absurdo que te dijéramos que tienes que incorporar el hábito de cenar cada día a las ocho de la noche, porque, aunque sería lo óptimo, sospecho que sería poco realista. Además, no siempre dependerá de ti, y sólo nos podemos comprometer a hacer aquello que depende de nosotras. A veces llegarás tarde de trabajar o tendrás que esperar a tu pareja o tus hijos, que acaban a las nueve una actividad extraescolar o blablablá. Qué te vamos a contar, ¿verdad? En cualquier caso, la tendencia debe ser esa: cenar lo más temprano posible y en cantidades moderadas. O sea, haciendo honor a esta frase: desayunar como un rey, comer como un príncipe y cenar como un mendigo.
Ya que el horario es difícil de controlar (por tanto es difícil cenar siempre temprano y a la misma hora), vamos a tratar al menos de elegir qué cenamos. Es importante cenar alimentos cocinados y calientes, pues eso facilita la digestión. Por ejemplo, una sopa, una crema de verduras o un estofado.
Por la noche hay que evitar una serie de alimentos que dejaremos para el mediodía: el arroz, la pasta y la carne. Ya sé que con esto te quitamos algunos de tus recursos habituales. ¿Qué hay más socorrido que un plato de arroz con tomate frito y unos libritos de lomo? Seguro que los niños se lo comen de maravilla, pero luego a ti te va a costar dormirte.
Las cremas de verduras y las sopas, que puedes elaborar de muy diferentes maneras, y que incluso puedes tener preparadas para varios días, pueden ir acompañadas de segundo por unas hamburguesas vegetales o por un pescado a la plancha con algún cereal de fácil digestión como el mijo, la quinoa o el trigo sarraceno.
Podemos acabar con una infusión que no contenga teína, como un rooibos, una manzanilla o, incluso mejor, una tila. También hay infisiones relajantes, con valeriana, por ejemplo. Si notas la boca seca antes de acostarte, o tienes un repunte de hambre, te conviene tomar alguna bebida, es buen momento para prepararte una infusión endulzada con melazas, estevia o regaliz y empezar a desconectar, a prepararte para entrar en el sueño. Antes de meterse en la cama hay que descomprimir, hacer unas respiraciones, vaciar la mente, estar unos momentos en silencio. No podemos bajar de revoluciones de golpe. Nos hemos pasado el día dándole vueltas a mil cosas, pensando en esto y en lo otro, planificando, ejecutando, solucionando. Aprovecha tu momento infusión para hacerlo.