Lo que puedas pagar de más escogiendo alimentos ecológicos, te lo ahorrarás en problemas, no sólo tuyos, sino también de tus hijos, si eres madre. Problemas, por ejemplo, de alergias, de sueño, de digestión e incluso psicológicos.

Además, no necesitarás tanto los complementos nutricionales que seguramente tomas o acabarás tomando para compensar la falta de vitaminas o minerales de muchos alimentos de consumo habitual.

Y como te encontrarás mucho mejor, rendirás mucho más, sacarás mejor partido de tus recursos, te planificarás más eficazmente y obtendrás mayor provecho de las oportunidades que te ofrezca la vida.

Adquirir «calidad orgánica» significa, por ejemplo, comprar verduras y frutas de cultivo ecológico, y productos envasados que lleven el sello oficial que certifique la garantía ecológica. Cada vez es más fácil encontrarlos, incluso en las grandes ciudades, debido a que el movimiento social a favor de este tipo de productos está en crecimiento.

Y no sólo porque sean mejores para nuestra salud, sino porque su consumo es una forma de responsabilizarse también del planeta y de velar por su protección. No hay que olvidar que después de nosotros vendrán otros, y que lo que hagamos o dejemos de hacer hoy tendrá consecuencias decisivas para el futuro de la humanidad.

Cada uno es libre de hacer con su cuerpo y su vida lo que quiera. Ahora bien, si has decidido sentirte radiante no tendrás más remedio que modificar algunos hábitos alimentarios lo antes posible.

Entre los alimentos que debes evitar se encuentran, por ejemplo:

  • los enlatados, pues están bastante desvitalizados y proporcionan poca energía. Además, muchas veces contienen productos químicos que pueden perjudicar nuestro metabolismo, como por ejemplo los bifenoles, que afectan a nuestro sistema hormonal. Las conservas y los alimentos enlatados suelen ir acompañados por lo general de muchos conservantes, colorantes, potenciadores del sabor, estabilizantes, espesantes, etc. Si queremos comer alimentos en conserva, intentemos que estén en tarros de cristal, que sean de origen ecológico y que contengan los mínimos productos químicos posibles (pesticidas, conservantes, colorantes, saborizantes, etc.).
  • También conviene prescindir, por supuesto, de los transgénicos (el maíz, la soja, otros cereales), un experimento que no sabemos a dónde nos puede llevar y que hemos incorporado sin valorar lo suficiente sus riesgos. A muchas personas, especialmente mujeres, la intuición nos dice que la alteración de los códigos de la madre naturaleza difícilmente podría no tener consecuencias negativas. No sabemos todavía cómo va a gestionar a largo plazo nuestro cuerpo esas alteraciones genéticas que se practican para lograr semillas más resistentes a las plagas o de crecimiento más rápido. Los alimentos transgénicos responden a la ambición de una serie de empresas, no a una voluntad de mejorar la salud de la población. Por lo tanto, como consumidoras conscientes, no deberíamos dejarnos manipular.

Es básico saber qué nos estamos metiendo en el cuerpo si queremos controlar nuestra dieta. Para eso hay que mirar las etiquetas y leer los ingredientes de lo que compramos, y adquirir así un poco más de conciencia de lo que estamos consumiendo.

Nuestro cuerpo es un templo y debemos cuidarlo y respetarlo.