El sabor dulce es un gran tónico de la energía y de la sustancia, esto es, de los tejidos, a la vez que ayuda a hidratar y lubricar el organismo. Como ya dijimos en ¿Qué conoces sobre los sabores?, debe ser el sabor predominante en nuestra dieta. Sin embargo, no todos los alimentos de sabor dulce producen el mismo efecto ni sirven por igual para conformar una dieta saludable.

De hecho, existen tres grandes tipos de dulce: el lleno, fortalecedor y tonificante, que se encuentra en los cereales, las verduras, los frutos secos, las semillas y las legumbres en forma de carbohidratos complejos; el vacío, de propiedades refrescantes, que se encuentra en las frutas y que, más que fortalecer, limpia y drena, y el químico, un producto extremado que se encuentra en el azúcar blanco y moreno, en el de caña aunque no esté refinado, en el chocolate, la miel, la fructosa, la sacarina, el aspartamo, el sorbitol, etc., y que tiene justamente el efecto contrario al del sabor dulce lleno: es acidótico y antitonificante y consume las reservas de minerales y las estructuras internas del organismo.

Cuando se encuentra en alimentos calientes, el sabor dulce de buena calidad ayuda a la energía a expandirse hacia arriba y hacia fuera del cuerpo. Es un sabor armonizador con un suave efecto relajante de la tensión. Tonifica la sustancia, los tejidos y los fluidos del organismo, por lo que resulta especialmente recomendable para las personas delgadas y secas. Asimismo combate la debilidad y, en general, las carencias energéticas del organismo.

El dulce es, en general, de naturaleza más bien fría, fresca o neutra, aunque hay alimentos de sabor dulce que son de naturaleza tibia o caliente. Éstos, entre los que se encuentran el mijo, el trigo sarraceno o la zanahoria, tonifican más la energía.

En cuanto a sus efectos sobre los órganos, el sabor dulce sano, procedente de productos integrales, contribuye a mejorar la digestión. También ayuda a tonificar el pulmón. Cuando se abusa del dulce de mala calidad, se sufre de exceso de humedad, lo que se traduce en sobrepeso y celulitis y, en ocasiones, en dispersión mental y duda o indecisión cuasi patológica.

Como el dulce produce sensación de autosuficiencia, si uno toma mucho dulce lo que logra es evadirse o, como suele decirse ahora, desconectarse. Prueba de ello es que mucha gente recurre al chocolate y otros dulces cuando sufre un disgusto afectivo. No es bueno, por ello, abusar del sabor dulce cuando hay que estar bien comunicado y tener empatía con el exterior -por ejemplo, cuando uno ha de hablar en público, estudiar, asistir a una clase o impartirla, etcétera.

Como avanzábamos más arriba, el sabor dulce beneficia especialmente a las personas secas, nerviosas, delgadas o débiles. Asimismo, su efecto armonizante redunda en provecho de las personas agresivas. Por el contrario, quienes sufren de sobrepeso o presentan signos de exceso de humedad, por ejemplo mucosidades, deben tomar alimentos dulces solo de forma esporádica. Cuando el sabor dulce se ingiere mediante al consumo de granos -arroz, avena, trigo-, resulta beneficioso para toda clase de personas.

Entre los alimentos que se consideran dulces figuran todos los granos -arroz, quinoa, avena, maíz, mijo, cebada, centeno, amaranto, trigo sarraceno-. También son alimentos dulces todas las legumbres, los lácteos, los aceites , la mayoría de los pescados y las carnes, la mayoría de la frutas y de las verduras.

Si a lo largo del dia comemos suficientes alimentos de los que hemos mencionado como dulces, no aparece la necesidad de tomar alimentos endulzados de forma artificial ni exagerada.

Voy a compartir aquí uno de los secretos para conseguir calmar los deseos de dulce: come suficiente cantidad de cereales integrales y legumbres bien cocinados.

Bibliografía: «Nutrición energética y salud. Bases para una alimentación con sentido», Dr. Jorge Pérez-Calvo. DeBolsillo

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